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Por Roberto Hernández

Texto escrito para la presentación del libro Pensar caminando. Diálogos críticos con Jean Robert publicado por Bajo Tierra Ediciones en 2024.

“Este libro es un pretexto para seguir dialogando, rememorando y caminando con Jean, y al hacerlo, es imposible no hacerlo al mismo tiempo con Sylvia Marcos”



En octubre de 2020, los pueblos zapatistas organizaban su Travesía por la Vida y compartían los pormenores de los preparativos para su viaje marítimo a Europa. En un comunicado, el Subcomandante Insurgente Galeano dio a conocer que integrantes del Comité Clandestino Revolucionario Indígena estaban construyendo distintos cayucos. Los comités “del puy Jacinto Canek bautizaron el suyo como Jean Robert, que era así su modo de hacerlo acompañar el viaje” (SCI Galeano, 2020). Un año después, los zapatistas desembarcaron y caminaron por toda la Europa insumisa y, en el diálogo, aprendieron a nutrir su propia resistencia y rebeldía. Años más tarde, su propuesta del Común se vio alimentada por ese intercambio, a partir de experiencias como las de los pueblos de los Balcanes y los chipriotas.

La evocación de Jean hecha por los zapatistas, en el contexto de la Travesía, la podemos interpretar como un reconocimiento a su acompañamiento de la lucha de los pueblos, y nos permite construir puentes entre los indígenas insurrectos y la propuesta teórica y práctica de Jean Robert, a partir de por lo menos dos elementos: el caminar y el dialogar. Acciones ambas presentes en la vida de Jean y de la lucha zapatista, y ejes articuladores de todo el libro que presentamos: “Pensar caminando. Diálogos críticos con Jean Robert”.

Jean Robert fue un pensador que realizó una crítica mordaz a la modernidad capitalista, articulando una reflexión teórica y una práctica política radical. En palabras del finado Subcomandante Insurgente Marcos, Jean realizaba un “cuestionamiento lúcido y sin concesiones”. Su radicalidad se encontraba, justamente, en la congruencia entre su pensar, decir y hacer, que nos permitiría definirlo como un revolucionario. Como él mismo nos lo señala, recuperando a Illich: “Solo llamo ‘revolucionario’ un acto que, cuando aparece dentro de una cultura, establece irrevocablemente una nueva [y significativa] posibilidad: una transgresión de fronteras culturales que abre un nuevo camino. Un acto revolucionario es la prueba inesperada de un nuevo hecho social que puede haber sido predicho, esperado o hasta llamado como urgente, pero que nunca antes había sido mostrado como posible” (p. 62).

Este libro es un pretexto para seguir dialogando, rememorando y caminando con Jean, y, al hacerlo, es imposible no hacerlo al mismo tiempo con Sylvia Marcos, porque su relación nos fuerza a todos a abarcarlos a ella y a él cuando los pensamos solos. Como se señala en la introducción del libro, el pensamiento de Jean se nutre del “diálogo cotidiano y fecundo con Sylvia Marcos, su compañera de vida. Diálogo hecho de recíproca estima y de silencios intelectuales, que custodiaban y celebraban la escucha atenta y el amor en la recíproca autonomía de los caminos y en el compromiso común” (p. 6). O, como apunta Mariana Favela: “A Jean Robert no se le puede entender si no es en diálogo con Sylvia Marcos, su pensamiento en par, permanece” (p. 95); o como los recuerda Diego Ferraris: “Qué alegría y qué lindo el amor que se percibía entre Robert y Sylvia, el respeto juguetón y el cariño de una pareja tan amable y profunda. Qué emoción presenciar su intimidad, escucharles y conversar con ellxs, luchadorxs sociales e intelectuales críticxs tan accesibles y simpáticxs” (p. 100). Así, sirva la presentación de este libro para homenajear la vida de Jean y de Sylvia, para agradecerles el compartir su saber erudito, su profundo amor por la vida y su incansable lucha por la autonomía de los pueblos.

El libro que nos convoca no solo es un sentido homenaje a Jean Robert, sino, además, es un texto que permite conocer su obra y dialogar con ella. Éste se encuentra dividido en dos partes. La primera está compuesta por tres ensayos del propio Jean, en los que se recogen algunas de las inquietudes que recorren su obra, a saber: la crítica al espacio abstracto impuesto por las instituciones de la modernidad y, frente a éste, la reivindicación del lugar anclado a las diversas formas de ser de las sociedades vernáculas y las clases populares; la defensa de lo común frente a la privatización y el cercamiento, a través del dramático ejemplo del agua embotellada; y, finalmente, la crítica al sexo económico y la defensa del género vernáculo. En los tres ensayos se teje la necesidad de recuperar la autonomía del sujeto social frente a la heteronomía que domina en la modernidad capitalista, a través de las relaciones mercantiles y estatales.

Además, en los ensayos resuenan las luchas de los pueblos de abajo y a la izquierda, principalmente de los pueblos indios en defensa de su territorio y su autonomía, a los cuales Jean se vinculó no solo a través del EZLN, sino también del Congreso Nacional Indígena. Tres miradas a la lucha de estos pueblos nos ayudan a ilustrar la profunda relación del pensamiento de Jean con la propuesta emancipatoria de éstos.

Mirada primera: La Manifestación de Impacto Ambiental, elaborada para justificar la deforestación de miles de hectáreas de la selva maya en la Península de Yucatán, que permita el desarrollo de parques eólicos y fotovoltaicos, así como del mal llamado Tren Maya, está elaborada bajo criterios puramente técnicos y monetarios. Como lo explica Pedro Uc, integrante de la Asamblea de Defensores del Territorio maya Muuch Xiimbal: “si hay maderas preciosas como el cedro o caoba, calculan el precio en el mercado y comparan lo que se pierde al desmontar con el costo y beneficio del proyecto, quizá no hace falta hacer estudios tan profundos para imaginar el resultado. Los millones de dólares que se planea generar en el proyecto de energía renovable [o el tren] será siempre muy superior al costo de la selva deforestada” (Uc:2019).

“Hay miles de árboles que no solo no tienen valor en el mercado, sino, no tienen existencia para el capitalismo” —continúa Uc— “sin embargo, para nosotros, los mayas, son sagrados y culturalmente valiosos” (Uc, s/f). Pedro señala, por ejemplo, la Xya’axche’, árbol que sostiene al mundo, que guarda en su color los saberes del pueblo maya y, en sus flores y frutos, la esperanza comunitaria. Enseña el arte de ser mujer, y los dioses se comunican a través del ruiseñor que lo habita. La Xts’íits’ilche’, que alimenta con sus flores amarillas a la abeja melipona, fundamento de la medicina maya. El Siipche’, que alimenta al cenzontle y protege las viviendas de los vientos. El Pochote, cuyas flores llaman al venado y que sirve para mitigar el estrés, o la Xchu’um, que guarda el agua para los tiempos de sequía.

En la destrucción de la selva maya encontramos lo que Robert llama la “guerra contra la subsistencia”, la “tragedia de los ámbitos de comunidad”, la “muerte de la economía moral de los pueblos” o la “construcción social de la escasez”. “El espacio —nos dice— empobrece las realidades locales hasta el punto de la inanición perceptual: expropia a las personas de su aprehensión sensual común del mundo; desgarra la economía (oikonomia = el gobierno de una casa) de todo oikos concreto (todo hogar concreto); contribuye a propagar la escasez como la experiencia moderna prevalente” (p. 33).

Mirada segunda: En el año 2021, los Pueblos Unidos de la Región Cholulteca y los Volcanes ejercieron su derecho a la autodeterminación como pueblos originarios, y el 22 de marzo decidieron cerrar la planta embotelladora de la Bonafont, que durante veintinueve años se dedicó al saqueo del agua de la región, producto del deshielo de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. A través de la organización de los pueblos, impidieron la extracción de los 20 litros de agua por segundo que realizaba la empresa, que había secado los mantos acuíferos y pozos de los que se abastecen los pueblos nahuas. Poco a poco, el agua regresó a su cauce y los pueblos volvieron a tener agua en sus pozos y sus ríos.

Los pueblos tomaron las instalaciones de la empresa, “y la antigua planta de saqueo fue convertida en la Casa de los Pueblos Altepelmecalli, en donde mantuvieron diferentes proyectos comunitarios como una biblioteca, una casa de salud, un centro cultural y diferentes trabajos agroecológicos, así como un diálogo permanente con personas que luchan por la vida de todo el mundo. Entre otras actividades, organizaron el ‘Encuentro nacional contra gasoductos y proyectos de muerte’. Apenas a un mes de celebrado el Encuentro, en la madrugada del 15 de febrero, la Guardia Nacional, junto con la policía estatal y municipal, bajo las órdenes morenistas, desalojaron violentamente la Casa de los Pueblos y devolvieron las instalaciones a la Bonafont. Las corporaciones policiaco-militares de la 4T defendieron, una vez más, los intereses de los capitalistas. A pesar de esta agresión, los pueblos mantuvieron la resistencia para evitar la continuación del saqueo de agua por parte de la empresa trasnacional” (Colectivo Grieta, 2024).

Esta experiencia nos permite reflexionar sobre los cuestionamientos que Jean nos plantea: “¿Qué estilo de lucha queremos? ¿Seguiremos reclamando la apropiación del Valor, es decir, de mayores cuotas de valor-trabajo, encarnado, por ejemplo, en H2O entubado, tratado, embotellado y desinfectado, o […] defenderemos los manantiales, los ríos y lagos de nuestros valles? ¿Pretenderemos abrir, como lo hacen los ricos, el grifo del tubo que llega a nuestra casa, o reclamaremos el control de aquellos otros tubos que se llevan el agua de nuestros ríos y de nuestro subsuelo hacia las canalizaciones de la ciudad vecina? ¿Queremos unirnos a la Internacional de los que reclaman más Valor Entubado, o queremos conservar, libres y gratuitas, las aguas de nuestra cuenca?” (p. 56).

Los Pueblos Unidos de la Región Cholulteca y los Volcanes han comenzado a responder estas preguntas, afirmándose como pueblos en la defensa de su agua. Como diría Jean: “Defender la gratuidad elemental del agua es defender, en un mismo movimiento, los ámbitos de comunidad en los cuales todos pueden acceder a las fuentes y reivindicar el poder mitopoético de las aguas arquetípicas. Sería vano separar estas dos luchas, asumir una y dejar la otra. Insisto: el proyecto de recobrar los ámbitos de comunidad es inseparable del de recobrar algo de la percepción, local, diferente en cada valle, en cada oasis, de las aguas locales, cuyo sabor compartido —a veces áspero, otras, como en el Sahel, salitroso— define un ‘nosotros’” (p. 57).

Mirada tercera: En la carta de las mujeres zapatistas dirigida a las mujeres del mundo en el 2019, las indígenas rebeldes cuestionan: “Tal vez no lo sabemos de qué es el mejor feminismo, tal vez no sabemos decir ‘cuerpa’, o según cómo cambian las palabras, o qué es lo de equidad de género o esas cosas que hay tantas letras que ni se puede contar. Y ni siquiera está cabal eso que dicen ‘equidad de género’, porque sólo hablan de equidad de mujeres y hombres, y hasta nosotras, que nos dicen ignorantes y atrasadas, lo sabemos bien que hay quienes no son ni hombres ni mujeres, y que nosotras les llamamos ‘otroas’, pero que esas personas se llaman como se les da la gana, y no les ha sido fácil ganar ese derecho de ser lo que son sin esconderse, porque les burlan, les persiguen, les violentan, les asesinan. ¿Y a poco todavía les vamos a obligar que o son hombres o son mujeres y que tienen que ponerse de un lado o de otro? Si esas personas no quieren, pues se hace mal si no se les respeta. Porque entonces, ¿cómo nos quejamos de que no nos respetan como mujeres que somos, si no respetamos a esas personas? Pero bueno, tal vez es porque hablamos de lo que hemos mirado de otros mundos y no tenemos mucho conocimiento de esas cosas”.

Esta discusión planteada por las mujeres zapatistas dialoga con la reflexión de Robert: “Los términos ‘homo’, ‘hetero’, ‘gay’ [y trans, agregaríamos] son etiquetas y, como tales, hetero-definiciones, definiciones que unos imponen a otros, frecuentemente imputaciones. El que quiere hablar de la percepción que tiene de sí mismo, de su autocepción, ¿necesita esas etiquetas? Adoptarlas, ¿no es conformarse con prejuicios mayoritarios? Definirse, por ejemplo, como ‘hetero’ químicamente puro en oposición a ‘homo’, ¿es realmente una autodefinición o emula más bien la pretensión del fariseo que agradecía a Dios por no parecerse al publicano pecador? ¿No es el puro reflejo de una norma social interiorizada como complejo de superioridad?” (p. 62).

A través de estas tres miradas, traté de dar ejemplos de la riqueza y profundidad del pensamiento de Jean contenida en los tres ensayos incluidos en este libro. Propuesta en diálogo con las luchas actuales de nuestros pueblos y que nos permite pensar que la radicalidad de éstas se encuentra, justamente, en la búsqueda de la recuperación de la capacidad social de reproducción de la vida de manera autónoma.

La segunda parte del libro está compuesta por siete ensayos en los que diferentes autoras y autores dialogan con la obra de Robert, ofreciéndonos diversas miradas del potencial crítico de ésta, al tiempo que iluminan pasajes biográficos de Jean que nos permiten ver que su reflexión erudita estaba anclada a su práctica política radical. La riqueza y diversidad de temas que nos proponen las autoras y autores es tan grande que es difícil abarcarlos, así que señalaré únicamente una idea de cada uno de los ensayos contenidos.

Márgara Millán centra su reflexión en la propuesta crítica de Robert de pensar la modernidad como una guerra contra la subsistencia de los pueblos; Javier Sicilia nos comparte su primer encuentro con su amigo Jean, en el que descubrió que éste pensaba con los pies, desarrollando siempre un pensamiento encarnado; Mariana Favela recupera la historia de las herramientas propuesta por Robert, a partir del escándalo que provoca que los habitantes de la Ciudad de México pasemos el equivalente a 9 días anuales “parados” en el tráfico; Diego Ferraris reconstruye la relación entre Jean Robert y el EZLN, tejida desde 2007 en diferentes encuentros y diálogos públicos convocados por el EZLN; Humberto Beck recupera la reflexión de Jean sobre el caminar como actividad verdaderamente autónoma; Paulino Alvarado recupera el potencial emancipatorio del habitar en la crítica de Robert al espacio abstracto de la modernidad; finalmente, Rodolfo Oliveros, a partir de un ensayo en el que dialogan imágenes y palabras, nos propone, con base en la propuesta teórica de Jean, pensar en las posibilidades de una ciudad convivencial.

En suma, el libro nos ofrece una ventana para quienes busquen acercarse a conocer la obra de Jean Robert, así como sugerentes discusiones derivadas de su obra para quienes ya estén familiarizados con ella. El libro abona con esto a recuperar el pensamiento crítico de Jean Robert, que nos ayude, en este momento de crisis, a pensar alternativas frente a la modernidad capitalista; alternativas que se comienzan a construir ya desde la enjundia de la recuperación de lo común y la autonomía de los sujetos sociales e individuales. Pero, sobre todo, el libro es un abrazo a un amigo, un reencuentro que trata de recuperar algunas de las enseñanzas de sus incansables andares y su propuesta de diálogo siempre abierto.

Bibliografía

Contenido

Parte I – Textos de Jean Robert

•El lugar en la era del espacio

•Las aguas arquetípicas y la globalización del desvalor

•La construcción social del sexo

Parte II – Diálogos con Jean Robert

•Para una historia razonada de las pérdidas: la crítica a la modernidad de Jean Robert – Márgara Millán

•Jean Robert, pensar con los pies – Javier Sicilia

•Filosofía política e historia de las herramientas en el pensamiento de Jean Robert – Mariana Favela

•Relato de una amistad insólita: el amigo Jean Robert y el EZLN – Diego Ferraris

•Jean Robert: una poética del lugar – Humberto Beck

•La potencia de los habitares. Reflexionando a partir de las enseñanzas de Jean Robert – Paulino Alvarado Pizaña

•La sociedad urbana, los devoradores del tiempo y las posibilidades del habitar. Reflexiones a partir de Jean Robert y Henri Lefebvre – Rodolfo Oliveros