OIDHO


Presentamos un extracto del libro La lucha dentro de la lucha que nace del diálogo entre Irene Ragazzini y las mujeres de OIDHO, una organización indígena de Oaxaca con más de treinta años de lucha por la autonomía y la justicia social. La lucha dentro de la lucha (coedición con El Rebozo. Palapa editorial) indaga en los desafíos políticos que enfrentan las mujeres al interior de organizaciones sociales mixtas, donde las estructuras de poder también deben ser disputadas desde adentro. A través de una experiencia concreta y profundamente situada, este ensayo testimonia un proceso colectivo de transformación que cuestiona jerarquías, desmonta silencios y propone otras formas de ejercer la política. El libro estará disponible a partir del 1 de julio.


La lucha dentro de la lucha es el resultado de un proceso de intercambio ocurrido entre 2017 y 2021 con la asamblea de mujeres de OIDHO (Organizaciones Indias por los Derechos Humanos en Oaxaca), una organización social y política de base con una trayectoria de treinta años de lucha por la defensa de los derechos de los pueblos en el estado de Oaxaca, México. El trabajo político de las mujeres al interior de esta organización ha llevado a la conformación de una asamblea de mujeres, en su mayoría originarias de comunidades zapotecas y chatinas de la Sierra Sur de Oaxaca, que funciona como estructura organizativa permanente.

Mi relación con las mujeres de OIDHO surgió a partir de mi participación política en el colectivo Nodo Solidario, un colectivo de solidaridad internacional que nace en 2006 con el propósito de tender puentes entre las luchas sociales y experiencias políticas en México y las de Italia, mi país de origen. Desde sus inicios, Nodo Solidario estableció una relación con OIDHO, primero de afinidad y luego de colaboración concreta; actualmente, Nodo y OIDHO nos articulamos en un espacio de análisis y coordinación, junto con otras organizaciones, llamado Alianza Magonista Zapatista (AMZ).

Gracias a mi participación en las reuniones de esta alianza, pude establecer acuerdos de colaboración con la asamblea de mujeres para intercambiar inquietudes, compartir experiencias, aprender de su largo recorrido y organizar con ellas espacios de formación política y educación popular entre mujeres.

Considero que la pregunta que guía la reflexión de este libro —¿cuáles son nuestros retos políticos como mujeres y cómo los enfrentamos?—, lejos de ser una ocurrencia personal, es hija del momento histórico que estamos viviendo, en el cual muchas mujeres alrededor del mundo estamos cuestionando, de distintas maneras, prácticas machistas antes normalizadas e invisibilizadas en todos los ámbitos de nuestra socialización.

El renovado auge de los feminismos ha brindado a cada vez más mujeres nuevas claves de lectura política de las relaciones de poder, que conectan las “grandes opresiones” —aquellas en las que históricamente se han enfocado las organizaciones sociales y políticas, y que se perciben como un poder “de afuera” (las transnacionales, el gobierno, los grupos de poder, los fascismos, el sector financiero, Occidente, etcétera)— con “las opresiones de adentro”, es decir, aquellas inscritas en nuestros cuerpos y en nuestra historia todxs, aunque de maneras distintas y con diferentes grados de poder, tanto mujeres como hombres y personas con identidades disidentes.

El archipiélago de las organizaciones sociales y políticas es un ámbito muy interesante y, en algunos sentidos, privilegiado para dar la discusión y tomar acción en torno a “las opresiones de adentro”, en tanto son espacios que analizan colectivamente la realidad desde el lente de las injusticias y buscan establecer formas organizativas democráticas y asamblearias, así como tener una incidencia social en su territorio. Por otro lado, también son espacios donde se forjan relaciones de compañerismo, y donde los hombres se resisten con fuerza a poner en discusión —y reconocer— las relaciones de poder que ellos mismos ejercen, a mirarse sinceramente hacia adentro.

Reflexionar sobre las dinámicas internas en los espacios organizativos junto a las mujeres de OIDHO ha sido una experiencia profundamente reveladora, pues ellas tienen un largo recorrido organizativo y han debido enfrentarse a distintos tipos de poder: en la calle, frente al gobierno y los poderes fácticos; en su organización y en el movimiento social más amplio; en la comunidad, y también en su propia casa. A pesar de tantas dificultades, han logrado transformar muchos aspectos de sus vidas y de cada uno de estos ámbitos.

El camino ha estado —y sigue estando— lleno de obstáculos, los primeros de los cuales, como reconocen las propias compañeras, están definitivamente dentro de nosotras, las mujeres. Para enfrentar las relaciones de poder, tenemos que reconocer cómo opera el poder en nuestro interior e identificar lo que necesitamos hacer para afrontarlo. Por eso hablo de retos: porque hacer frente a las dinámicas que se describen y analizan en este trabajo de investigación no es tarea sencilla. Implica transformarse personal y colectivamente, cuestionando estructuras sociales internalizadas y heredadas por generaciones. Implica, en efecto, una lucha dentro de la lucha.

Otra razón por la que las reflexiones aquí reunidas adquieren relevancia es que estamos atravesando una época de crisis de los modelos organizacionales de referencia. Esta crisis, provocada por múltiples factores —entre ellos, la cooptación por parte del sistema de muchas propuestas y alternativas populares—, ha abierto paso a la búsqueda, y en ocasiones al surgimiento, de nuevas formas de organización política que respondan a las necesidades actuales.

Cada vez hay mayor consenso en que los procesos populares de organización política no sólo “sufren derrotas” a manos del poder o a causa de la cooptación impuesta “desde arriba”, sino que también se desgastan por sus propias dinámicas internas de poder o abuso. En este contexto, cobra una importancia creciente la voz colectiva de las mujeres organizadas y de los feminismos, que reclaman la necesidad de poner en cuestión estos abusos y señalan que lo que está verdaderamente caducando son las formas de hacer política de cuño patriarcal, en todas sus expresiones. Precisamente porque están en plena efervescencia y en pleno proceso de construcción, los puntos de vista de las mujeres aún no han llegado a formular propuestas organizativas integrales, consistentes o completas. Al mantenerse en constante relación con los espacios de organización ya existentes, las mujeres se enfrentan cotidianamente con el desafío de impulsar la construcción de nuevas formas de hacer política que sustituyan aquellas que están cuestionando.

Este libro tiene un libro hermano que lo antecede,1 Huellas matriarcales y poder patriarcal, donde se recorre la historia del desarrollo de las estructuras sociales patriarcales en América Latina, así como las resistencias —o huellas— de otras formas de organizar la sociedad, fundadas en principios distintos.

Si bien no es necesario haber leído Huellas matriarcales y poder patriarcal para adentrarse en este libro sobre los retos políticos de las mujeres, es importante subrayar que dichos retos están profundamente ligados a esa historia.2

Es fundamental analizar los desafíos que enfrentan hoy las mujeres desde una comprensión política de las estructuras de poder patriarcal que constituyen la base de nuestras sociedades. Estas estructuras —reproducidas por inercia y porque han sido las únicas formas conocidas y consideradas normales— también se perpetúan dentro de las organizaciones sociales.

Cuando las mujeres de OIDHO, así como muchas otras, deciden cuestionar y transformar las dinámicas sociales internas de sus organizaciones, familias y comunidades, chocan inevitablemente con estructuras de poder históricas.

Esto resulta especialmente significativo porque remite a un nuevo lugar de enunciación, a una nueva forma de comprender el poder, la libertad y, en consecuencia, la lucha contra el poder y por la libertad. Este lugar de enunciación política de las mujeres cuestiona no sólo las formas tradicionales de hacer política en partidos e instituciones públicas o privadas, sino también aquellas de los propios movimientos sociales, que hoy se revelan como profundamente marcadas por lógicas patriarcales.

Esta perspectiva me pareció particularmente valiosa y eficaz a partir de mi participación en el colectivo de solidaridad internacional Nodo Solidario, que me permitió involucrarme en espacios de formación política sobre la Jineolojî, o ciencia de la liberación de las mujeres, propuesta por el movimiento por la liberación del Kurdistán.

El acercamiento a su lectura colectiva del mundo me hizo ver la importancia política de comprender el origen de las estructuras sociales de poder patriarcal a nivel global, y especialmente en América Latina, poniendo en diálogo esta perspectiva con la de los feminismos latinoamericanos y los estudios matriarcales.

Con este ejercicio busqué mostrar que estas formas de dominación y poder no son eternas, naturales, universales ni totalizantes; es decir, que nuestras resistencias no emergen de la nada, sino que existen rastros, en nuestras relaciones, de otros principios de organización social. A eso me refiero, en el otro libro, cuando hablo de huellas matriarcales.

Entre los diversos retos políticos que enfrentamos actualmente las mujeres (y también los hombres, aunque a nosotras evidentemente nos urge más) está el de confrontar las estructuras sociales de poder patriarcal, al mismo tiempo que buscamos recuperar las huellas no patriarcales que puedan ofrecernos pautas para reorganizar la sociedad. Hacer explícita esta reflexión se vuelve especialmente importante para afrontar uno de los desafíos que enfrentamos las mujeres en las organizaciones sociales mixtas: argumentar y demostrar —una exigencia típica de la masculinidad dominante— ante nuestros compañeros varones la validez y la trascendencia política de lo que estamos queriendo expresar. Nuestra profunda visión del sistema de opresiones suele no ser suficiente para ellos, porque consideran que hay problemas más urgentes o cuestiones más importantes, como “luchar contra el capitalismo o contra el Estado”, como si eso fuera “otra cuestión” y no la misma.

Escribir este libro ha implicado múltiples aprendizajes y ha estado marcado por un ida y vuelta constante, un espejo y un diálogo entre la experiencia y el proceso de las mujeres de OIDHO, y mi propia experiencia y proceso en mis espacios organizativos, comunitarios y familiares. Aunque provenientes de historias y culturas distintas, el compartir nuestras vivencias y reflexiones nos ha permitido encontrar numerosos puntos en común.

El trabajo de campo de esta investigación comenzó formalmente en 2018, cuando participé en talleres de formación y en las asambleas de las mujeres de OIDHO, facilitando temas, reflexiones y materiales, y observando su dinámica de trabajo. Acordamos con la asamblea construir un vínculo de confianza mediante un proceso de educación popular entre mujeres, a partir del cual yo pudiera también desarrollar mi investigación de tesis. Las reflexiones surgidas en los talleres y las decisiones tomadas en asamblea dieron lugar a visitas a comités locales de mujeres en distintas comunidades, donde también colaboré cofacilitando talleres y reuniones.

Estas reflexiones colectivas se complementaron con mi participación en algunas movilizaciones en la ciudad de Oaxaca, con espacios de convivencia, conversaciones informales, y entrevistas a profundidad —tanto individuales como grupales—. También tuve la oportunidad de compartir con algunos compañeros hombres de la organización, en reuniones mixtas y en distintos momentos de conversación.

Sin embargo, en otro sentido, el trabajo de campo de esta investigación comenzó diez años antes de concebirla. A lo largo de mi recorrido, he transitado por espacios políticos mixtos, forjando una experiencia y una reflexión profunda sobre sus dinámicas. En 2008, a mis 22 años, después de haber crecido en Milán, Italia, llegué a CACTUS (Centro de Apoyo Comunitario Trabajando Unidos A.C.), una pequeña organización que realizaba trabajo comunitario en comunidades de la Mixteca oaxaqueña, liderada por una mujer verdaderamente extraordinaria: Bety Cariño.

CACTUS fue mi bautizo político en México, y mucho le debo, porque allí se forjó mi manera de ver el mundo y a los pueblos. Fue allí donde aprendí sobre las formas de organización comunitaria, sobre la mirada de la autonomía, sobre la posibilidad de organizar la economía comunitaria desde abajo y desde las mujeres. Fue también allí donde comencé a entender el machismo en la vida de las compañeras, así como la brutalidad de la violencia sistémica.

Mi querida compañera Bety fue asesinada por paramilitares en 2010, provocando un shock profundo y un gran vacío, que colectivamente intentamos transformar, en los años siguientes, en esperanza. Pero CACTUS también fue un espacio donde las dificultades y contradicciones eran muy evidentes: problemas económicos y en el manejo del dinero; convivencia, a veces conflictiva, entre formas muy distintas de hacer política —desde lo masculino dominante y desde lo femenino—; informalidad en todos los protocolos (incluidos los de seguridad); fuerte dependencia de los liderazgos; y equilibrios organizativos marcados por conflictos familiares, entre muchas otras tensiones.

Entre el inicio de mi experiencia en CACTUS y su conclusión, hubo un paréntesis argentino. Durante mi estancia en Buenos Aires por los estudios de maestría (2009–2011), participé en la creación del Bachillerato Popular Casa Abierta, en la Villa 31-bis. Se trataba de una escuela autogestionada para personas adultas, ubicada en el asentamiento informal más grande y antiguo de la ciudad. Las y los estudiantes eran, principalmente, mujeres migrantes provenientes de Bolivia, el norte de Argentina, Paraguay y Perú. Las y los educadores éramos estudiantes universitarios “de izquierda” de distintas carreras, sobre todo de ciencias sociales.

El Bachi fue, quizá, el espacio más horizontal en términos de relaciones de poder en el que he participado, debido a una base bastante homogénea de formación política entre los educadores y a una apertura sana hacia las experiencias y voces de las y los estudiantes. Sin embargo, la experiencia en Argentina en su conjunto —en la que conocí distintas prácticas organizativas— me enfrentó a una cultura política de izquierda muy diferente a la de México: en algunos aspectos más organizada y más urbana, pero también mucho más Estado-céntrica, hegemónica y, en cierto sentido, más fanática. La comparación entre ambas experiencias me permitió profundizar en mis reflexiones sobre las dinámicas internas de los espacios políticos.

Al regresar a México en 2011, pasé cuatro años más en los Valles Centrales de Oaxaca, participando en un conjunto de espacios articulados entre sí: El Rebozo, una cooperativa editorial independiente; la Universidad de la Tierra, un espacio abierto de encuentro, aprendizaje y trabajo comunitario; y Veredas Autónomas, un colectivo organizado en torno a la propuesta zapatista y su vinculación con otras experiencias “adherentes a la Sexta”, entre ellas, en particular, una que trabajaba con presos políticos.

Varias de las personas que atravesamos estos espacios organizativos también compartíamos una práctica de habitar —colectiva o cercana— integrada con las actividades de trabajo, políticas y de aprendizaje. Fue un periodo muy intenso en términos de experimentación, convivencia, movimiento, estudio, discusión, intercambios con múltiples espacios organizados y articulación, pero, sobre todo, de intentos diversos de organización y reorganización. Por lo mismo, fue también una etapa clave en el desarrollo de mi mirada crítica sobre las dinámicas internas de los espacios organizativos.

A finales de 2015, estando embarazada, me mudé a San Cristóbal de Las Casas. Ya en Chiapas, mi participación en espacios organizados —a veces puntual y eventual, y en otros momentos más constante— se ha repartido entre La Cosecha, una librería cooperativa y taller editorial; el Nodo Solidario, un colectivo de solidaridad con fuerte presencia internacionalista de origen italiano; y la Casa de Salud Comunitaria Yi’bel ik’ – Raíz del Viento, en el barrio de Cuxtitali. El trabajo en estas colectividades coincidió con mis primeros años de maternidad, por lo que fue necesario construir un estilo de vida más estable, con menos movimiento, ya que además me integré al doctorado y atravesé la separación de mi pareja, con quien había compartido los doce años anteriores y la participación política en casi todos los espacios mencionados.

Fueron años atravesados por reflexiones, aprendizajes, crisis y búsquedas sobre cómo compatibilizar la militancia o participación con este nuevo momento de la vida: con los cuidados, el trabajo y los equilibrios familiares. Por eso, mi forma de participación se volvió más local y enraizada en el territorio en que vivía. Todo esto sucedía en mi vida personal-política en un contexto de auge creciente de los movimientos de mujeres y de multiplicación de espacios de mujeres en organizaciones mixtas.

Los espacios de mujeres que más me influenciaron durante este periodo fueron los campos y espacios de formación sobre Jineolojî (la ciencia de la liberación de las mujeres kurdas), en Italia y en San Cristóbal; el Primer y Segundo Encuentro de Mujeres que Luchan, convocados por las mujeres zapatistas; los ciclos de autoformación feminista que organizamos en la librería La Cosecha; las reuniones “separadas” de mujeres del Nodo Solidario, que comenzamos a realizar paralelamente a las reuniones mixtas; y la compartición del espacio de la Casa de Salud con un colectivo compuesto casi exclusivamente por madres. Todas estas experiencias han funcionado para mí como un espejo constante y un elemento fundamental en la reflexión realizada junto a las mujeres de OIDHO en el marco de esta investigación/colaboración.

También el intercambio periódico con mis compañeras y compañeros del doctorado —especialmente en el seminario de tesis, donde nos reuníamos varias personas investigando desde una perspectiva de género— ha sido un espacio importante de retroalimentación.

No habría podido realizar esta investigación conociendo a OIDHO solo como “investigadora externa” si no hubiera vivido en carne propia (y en la carne de tantas mujeres de los procesos en los que he participado) las mismas problemáticas, aunque desde mi lugar específico. No habría podido hacerla si, en los diez años previos al inicio de esta investigación, no hubiera tenido la posibilidad de compartir sentires con mujeres de múltiples organizaciones mixtas y comprender que estas problemáticas no son hechos aislados, ni propios de una sola organización o país.

No habría podido escribir lo que escribí sobre las formas machistas de hacer política si no me hubiera encontrado con un extenso catálogo de “machos militantes” de distintas edades, procedencias y estilos en todos los espacios políticos en los que participé.

Tampoco habría podido comprender que se trata de una problemática generalizada si no hubiera compartido con compañeras de diferentes lugares, edades y trayectorias, en diversos momentos de sus procesos de politización. No habría tenido esta perspectiva si no hubiera estado en una “pareja militante” durante doce años, y desde allí analizado, en mi propio caso, la compleja relación entre lo familiar y lo organizativo, entre lealtades superpuestas.

No habría podido hablar como lo hice sobre violencia familiar, abuso sexual o justicia antipatriarcal en las organizaciones si esos procesos no hubiesen atravesado y fracturado mis propios tejidos relacionales y organizativos. Y no habría podido comprender el valor de los espacios de mujeres si no me hubiesen transformado, profundamente, en mi manera de mirar el mundo y la política.

No habría podido plantear la incompatibilidad sobre la vida de las mujeres y la participación política de la manera en la que lo hice si no hubiese sido mamá y si no me hubiese atravesado esa particular frustración. Si no hubiese sido quien soy, no habría podido ni preguntar de la misma manera, ni recibir las mismas respuestas, ni escribir de la forma en la que escribí sobre esta temática, sino que habría sido “desde otro punto de vista”. En este sentido, esta investigación está situada en los cuerpos de quienes participamos de ella, en nuestras historias y en nuestras relaciones, y ha sido para mí el fruto del diálogo, una reflexión trenzada entre el espejeo de mi propio recorrido y el recorrido de las compañeras de OIDHO: no hablan sólo ellas o no hablo sólo de ellas, sino que hablamos nosotras, a veces sólo ellas, a veces sólo yo, a veces juntas.

Al final de una de las primeras entrevistas que realicé pregunté a la compañera Felipa si quería agregar algo más. Ella, para mi sorpresa, quiso compartir su percepción de lo que representaba para ella relacionarse conmigo y con otras compañeras, y de nuestro diálogo:

“Lo que a mí me gusta mucho es que ahora tenemos compañeras de otras organizaciones, por ejemplo, ustedes. Ya convivir con mujeres que vienen de otra experiencia, de otra cultura, otro modo de ver las cosas, a nosotras nos anima, porque a veces encontramos semejanzas en lo que nos sucede como mujeres. Ya no piensa una que por ‘atrasadas’, dijeran algunos, o por falta de preparación, nos suceden cosas. Porque a veces hasta llegamos a pensar: ‘es porque yo no soy capaz, yo no tengo cultura, no tengo preparación, yo no soy profesionista’. Y siempre nos echamos la culpa de cosas que nos pasan, de cuestiones que a veces no podemos resolver tan fácil. Pero cuando vemos que hay otras mujeres y que de alguna manera también han tenido procesos para avanzar y que les ha costado, entonces decimos: ‘ah, no, pues a todas les cuesta, no encuentran las facilidades ya en el camino, sino que también hay que irlas construyendo’. (…)

Pues ahora sí, como dicen las zapatistas, ‘es nuestro camino y lo hemos tenido que andar’, pero ustedes también tienen el suyo y a veces no nos parece que tampoco haya sido fácil. Ya cuando compartimos, cuando hablamos, entonces entendemos más”.

(Felipa, OIDHO)

Este libro ahonda en lo que nos cuesta: en nuestros retos, los posiciona políticamente, los explica y narra historias para afrontarlos, protagonizadas por mujeres comunes y corrientes, es decir, extraordinarias. El propósito de este análisis y reflexión es aportar a esos espacios de mujeres, así como a los espacios organizativos mixtos que aún no han iniciado —o que apenas comienzan— el camino que las mujeres de OIDHO emprendieron hace ya al menos veinte años. La esperanza es que sus experiencias, sus análisis, sus logros y sus desafíos pendientes, junto con el enfoque propuesto en este trabajo, contribuyan a comprender y enfrentar problemáticas que, de una u otra forma, atraviesan a todos los espacios organizativos.

El libro está dividido en dos partes. En la primera, luego de describir el papel de las mujeres en las formas actuales de organización de los pueblos chatino y zapoteco de la Sierra Sur de Oaxaca, se hace un recorrido por la historia de OIDHO, con especial énfasis en el proceso organizativo y político de sus mujeres.

La segunda parte aborda los retos políticos de las mujeres en las organizaciones sociales mixtas. Es decir, se centra en dinámicas que no son exclusivas de la experiencia de las mujeres de OIDHO, aunque se analizan a partir de ella.

Comienza con la pregunta: ¿qué implica para las mujeres participar políticamente? Aquí se discute la compatibilidad entre el trabajo político y las vidas de las mujeres, considerando el trabajo remunerado, los cuidados, las obligaciones familiares y comunitarias, y las tensiones entre la participación política y la maternidad. En el segundo capítulo, se analiza la relación entre los procesos de transformación subjetiva de las mujeres y la división sexual del trabajo político. Es decir: ¿cómo influye la politización de las mujeres en la distribución de tareas y roles dentro de una organización mixta?

El tercer capítulo responde a preguntas clave: ¿cómo es organizarse políticamente entre mujeres?, ¿en qué se diferencia?, ¿por qué es necesario, incluso dentro de espacios mixtos?, ¿qué efectos produce?, ¿de qué se trata la amistad política?, ¿qué desafíos enfrentan los espacios organizados entre mujeres?

Finalmente, el cuarto capítulo desmenuza las principales cuestiones a las que se enfrentan las mujeres en el espacio mixto, es decir, sus batallas cotidianas: la batalla por no ser consideradas las trabajadoras domésticas de la organización; la batalla por demostrar que sus opiniones políticas son valiosas y pueden sostenerse en asamblea o en público; la batalla por contrarrestar el manejo arbitrario del dinero y de la información; la batalla por ser nombradas para cargos; la batalla por reeducar a sus compañeros —identificando sus formas machistas de hacer política—; y la batalla por politizar lo que ocurre en el espacio privado, incluyendo el abuso sexual por parte de sus propios compañeros


A partir de todas estas experiencias concretas de lucha de las mujeres consigo mismas, en su familia, en su comunidad y en la organización, este libro busca valorizar los cambios radicales que, poco a poco, están realizando las mujeres en las formas de hacer política, desde adentro y hacia fuera. Es un libro para dialogar con todas las mujeres que están, han estado o quieren estar en espacios políticos y organizativos, un espejo de experiencias para que las luchas nos sigan transformando como personas, comunidades y sociedades más libres.

NOTAS

  1. Ambos son parte de una tesis escrita entre 2017 y 2021 en el marco del doctorado en desarrollo rural de la UAM-Xochimilco. ↩︎
  2. La razón por la que decidí adentrarme en la historia del patriarcado para entender nuestros retos en el presente fue porque me quedaba claro que, en las organizaciones mixtas que conocía, había dinámicas ligadas a las estructuras de género que se estaban cuestionando, pero no se lograba articular estas inquietudes con los discursos ideológicos y el análisis sobre el sistema de opresión que orientaban los ejes de lucha. Los hombres de los colectivos y organizaciones mixtas sentían —y siguen sintiendo— que la lucha contra el patriarcado es tarea del feminismo, y que si bien es una lucha importante, no tiene que ver con la de ellos, que es “anticapitalista” o “en defensa de los pueblos”. Crecía entre muchas mujeres de los espacios mixtos la inquietud de tender un puente entre la lucha feminista y la lucha de sus organizaciones sociales. En mi caso, sentía esta necesidad no solo por sus implicaciones prácticas, sino también en el terreno de la argumentación política. Me parecía que ese era un terreno latente de disputa y discusión con la narrativa masculina dominante de izquierda, al cual era necesario entrar como mujeres, y hacerlo con capacidad argumentativa. ↩︎



Irene Ragazzini nació en Italia en 1986. Desde hace 18 años vive en México y es mamá de un niño de nueve años. Estudió la licenciatura en Ciencias Políticas en Milán, la maestría en Economía Social en Buenos Aires, y desaprendió y reaprendió el mundo en la Universidad de la Tierra en Oaxaca. Más tarde concluyó el doctorado en Desarrollo Rural en la Ciudad de México. A lo largo de los años ha participado en distintas organizaciones comunitarias, proyectos cooperativos, editoriales y colectivos de la sociedad civil, trabajando en temas como la participación política de las mujeres, la economía solidaria, la salud comunitaria, la violencia de género y la educación popular. Es autora del libro Huellas matriarcales y poder patriarcal, coautora de Instituciones y prácticas económicas comunitarias, y ha publicado artículos, cartas, cuentos y poemas.

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