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En este momento álgido de nuestros múltiples empeños feministas, a veces dispersos y constelados, en ocasiones confrontados, entre varias impulsamos la publicación en México de La potencia feminista o el deseo de cambiarlo todo de Verónica Gago. No es pues coincidencia ni azar recibir hoy tal aliento desde el Sur.
En Argentina, tal como Verónica nos desgrana con palabras se ha trenzado un bucle fértil que se comprende cuando se piensa desde el proceso creativo y situado que sostiene el 8M como Paro de Mujeres y otrxs cuerpos feminizados. El bucle anuda la masividad de la rebelión feminista contemporánea trenzándola con la radicalidad de sus prácticas que abren y expanden horizontes políticos. Verónica escudriña este proceso largo y sostenido, organizando aceleradamente lo que allá se ha aprendido.
La conversación que el trabajo de Verónica Gago puede abrir con las múltiples experiencias mexicanas de lucha es inmensa y fértil. Ella se propuso pensar desde la potencia de las luchas feministas, considerando que “no sabemos lo que podemos hasta que experimentamos el desplazamiento de los límites que nos hicieron creer y obedecer”.
El trabajo de Vero Gago sedimenta conocimiento útil para nosotras, mujeres y otrxs cuerpxs en lucha. Es útil y puede ser fértil porque condensa experiencia situada que es analizada con gran lucidez.
La potencia feminista o el deseo de cambiarlo todo es una contribución a que entre muchísimas produzcamos ese otro desplazamiento que también requerimos. Vero querida, tus palabras llegan a tiempo. Gracias.
Raquel Gutiérrez Aguilar
De la emancipación de la servidumbre a las herejías subversivas, un hilo rojo recorre la historia de la transición del feudalismo al capitalismo. Todavía hoy expurgado de la gran mayoría de los manuales de historia, la imposición de los poderes del Estado y el nacimiento de esa formación social que acabaría por tomar el nombre de capitalismo no se produjeron sin el recurso a la violencia extrema. La acumulación originaria exigió la derrota de los movimientos urbanos y campesinos, que normalmente bajo la forma de herejía religiosa reivindicaron y pusieron en práctica diversos experimentos de vida comunal y reparto de riqueza. Su aniquilación abrió el camino a la formación del Estado moderno, la expropiación y cercado de las tierras comunes, la conquista y el expolio de América, la apertura del comercio de esclavos a gran escala y una guerra contra las formas de vida y las culturas populares que tomó a las mujeres como su principal objetivo. Al analizar la quema de brujas, Federici no sólo desentraña uno de los episodios más inefables de la historia moderna, sino el corazón de una poderosa dinámica de expropiación social dirigida sobre el cuerpo, los saberes y la reproducción de las mujeres. Esta obra es también el registro de unas voces imprevistas (las de los subalternos: Calibán y la bruja) que todavía hoy resuenan con fuerza en las luchas que resisten a la continua actualización de la violencia originaria. Silvia Federici es profesora en la Hofstra University de Nueva York. Militante feminista desde 1960, fue una de las principales animadoras de los debates internacionales sobre la condición y la remuneración del trabajo doméstico. Durante la década de 1980 trabajó varios años como profesora en Nigeria, donde fue testigo de la nueva oleada de ataques contra los bienes comunes. Ambas trayectorias confluyen en esta obra.
Para mí, el problema más difícil ha sido entender, con el cuerpo todo, que no existen los espacios de pares. El problema ha sido alcanzar a comprender que el mundo social, organizado en torno a relaciones mercantiles, a procesos ampliados de acumulación de capital de raigambre heteronormada y colonial, envueltos en múltiples formatos de administración tecnocrática y control estatal que organizan el drenaje continuo de fuerza vital colectiva e individual y de la riqueza material que sostiene la vida humana y no humana; contiene dentro de sí una rígida y persistente jerarquía de lo masculino dominante que es consustancial a reiteradas prácticas de expropiación, tutela y control que se imponen a través de la violencia. Dentro de esa trama inmensa de interdependencia, habitamos -ensambladas de manera jerarquizada- seres humanas con cuerpo de mujer, seres humanes con cuerpos feminizados y disidentes, además de seres humanos con cuerpo de varón. No existen pues, los espacios de pares. No existen y hay que crearlos y ése es un gigantesco problema doble. La duplicidad se exhibe a través del siguiente desdoblamiento: por un lado, no existen los espacios de pares entre los varones y las mujeres y otros cuerpos feminizados y, por otro, no existen tampoco los espacios de pares
Mi entusiasmo por el libro, cuyas autoras generosamente me invitaron a prologar, descansa en la fresca manera en que su trabajo reinstala la discusión sobre la relación “ser parte” —de un tenaz flujo de luchas que se despliega por nuestros territorios— de manera clara. Sabernos parte con otrxs de un flujo de vida, lucha y reproducción: ser parte de ese flujo también porque significa para nosotrxs (re)comenzar a andar un camino antiguo y a la vez contemporáneo que los feminismos nos están alumbrando en el tiempo presente.
Raquel Gutiérrez
“El homenaje de Hernán Ouviña a Rosa Luxemburgo es un ejemplo poderoso de cómo nuestra lectura del pasado se torna viva cuando está motivada por preguntas, luchas y preocupaciones del presente. (…) Al repensar la vida y la obra de Luxemburgo, Ouviña nunca pierde de vista a sus lectores, que hoy se extienden a través de un amplio espectro de movimientos feministas, ecológicos e indígenas, que crecientemente están construyendo terrenos comunes y tomando las calles en una nueva ola de luchas insurreccionales.”
Silvia Federici, en el Prólogo